Comentario
Pero los caminos artísticos tienen en España en el siglo XVIII una serie de virtualidades por zonas, que plantean la necesidad de su contemplación, aunque en esta ocasión se aborden de manera muy somera. Cada región tiene sus recursos culturales propios y a veces surgen producciones de lo más inesperado y jugoso.Castilla, con su vaguedad de contornos y su multiplicidad de jurisdicción, vio nacer centros urbanos de importancia. Fue la zona del campesinado rico, con un epicentro, Madrid, que se había congelado desde su ampliación en el siglo XVII en un cuadrilátero de tres por dos kilómetros y una población que alcanzaba en 1800 los 180.000 habitantes. Carecía de un monumentalismo acumulado y fueron los Borbones quienes quisieron subsanar muchos defectos.La fijación de la Corte, la consideración de que Monarquía y Estado son dos conceptos inseparables, convierten a la capital en sede de la administración central elevándose el nivel de su dinámica política y económica. Reagrupa e irradia fuerzas distintas que se traducen en centros fabriles dedicados preferentemente a la explotación textil y acumula experiencias del más acertado extranjerismo.La arquitectura tiene como finalidad el autorizar la intervención de nuevos términos. Por un camino se otorga cierta preeminencia a factores de interés práctico y funcional y, por otro, nace una arquitectura monumental cuyas formas son una mina de ideas, con carácter y particularidades significativas. La capacidad de los artistas locales por adaptarse al ambiente da lugar al paso de un lenguaje flexible, que avanza en términos de invención y que suscita licencias y caprichos de gran imaginación. La nueva arquitectura influye sobre la forma interna de la ciudad a nivel urbano y arquitectónico y representa un nuevo valor sobre el legado del siglo XVII.Teodoro Ardemans, Maestro Mayor del Rey y de la Villa desde 1702, es el arquitecto de la transición que transforma la primitiva Granja de San Ildefonso en un palacio real de volumen cuadrado y torres en los ángulos, advirtiendo en la estructura lineal de los planos una leve modulación ornamental, con la que tímidamente corrige la seca versión lineal y volumétrica del edificio. Sirviéndose del mismo criterio formal realiza el proyecto de la Iglesia de San Justo y Pastor de Madrid, pero es más creativo en el terreno estrictamente decorativo, recreando la tradición churrigueresca en retablos, túmulos o capillas como la de Santa Teresa en la iglesia madrileña del Espíritu Santo, en la que al cuerpo convencional envuelve en prodigiosa ornamentación de fino estilo. Su actividad se centró en una labor burocrática al frente del Ayuntamiento de la capital que le absorbió de manera excesiva. Fruto de su labor municipal sería la redacción de sus Ordenanzas, útiles y sustentadas en otras más antiguas de Juan de Torija.A nadie escapa ya el interés que encierra la novedad planimétrica de Pedro de Ribera (1681-1742), cuya obra discurre hasta 1730 bajo la protección del Corregidor de Madrid, don Francisco Antonio Salcedo y Aguirre, Marqués de Vadillo. Construye el Puente de Toledo (1720) con dinámico diseño y particularismos decorativos, en los que se manifiesta innovador. Por encargo del Monarca realizó el Cuartel de Guardias Valonas (Cuartel del Conde Duque, 1722) sobre un recinto de 228 por 83 metros, con tres patios, inspirado en esquemas franceses y portada monumental en el estilo libre que le caracterizará, con contenido propio distributivo y funcional, indicativo no sólo del arquitecto-artista sino del arquitecto-ingeniero, planteando problemas arte-técnica en un criterio ideal que se verá en otras obras.Trató el espacio eclesiástico de manera insólita, como se manifiesta en el trazado para las iglesias madrileñas de San Antón, Virgen del Puerto o Teatinos, superando la tradición y motivando la correlación de espacios en antítesis. Creó una tipología doméstica para las grandes familias denominada por la prepotencia volumétrica y la carga alegórica, de la que son ejemplos el palacio madrileño de Perales, Goyeneche, Torrecilla, Oñate, Montellano, Arcos, etc. Se implicó en invenciones teatrales y dio lo mejor de su imaginación en modelos ornamentales para túmulos, arcos y manifestaciones varias de carácter efímero como una de las experiencias del lazo vital que une al artista con su tiempo y la idea orgánica empirista de la arquitectura objetual como expresión intensa y flagrante del arte que, en el amplio horizonte artístico de Ribera, hallaría su colofón en sus fachadas instrumentales con pleno vigor, con sus elementos fuertes y dulces, con sus significados históricos y su altísima calidad escultural. El paso fue audaz, como lo fue también el de su entendimiento de un nuevo urbanismo periférico que aplicara en el Paseo occidental de la capital y en el valor irradiante del Puente de Toledo.Pedro de Ribera creó una escuela en la que destacaron arquitectos como los Moradillo, Manso, Arredondo, etc. Pero también se sintió incorporado al quehacer cortesano internacional. Dibujó el nuevo Palacio Real, entrando en competencia con los italianos y franceses. Su concepto en el plano no es tradicional. Obedece a ideación europeísta en la que se expone la unidad y el fasto de una renovada imagen áulica.En Madrid la Academia controlará el desarrollo de las Artes y la investigación que conduce hacia un nuevo idealismo arquitectónico. De ella surgirá un gran plantel de nuevos arquitectos que contribuyen parcialmente al desarrollo constructivo de la segunda mitad del siglo XVIII. Ventura Padierne, Villegas, Durán, Ballina, Bradi, etc., se vinculan al desarrollo de hospitales, asilos, colegios y viviendas verificados en un formulario escueto matizado por elementos plásticamente definidos. Hemos aludido en páginas anteriores a la concepción de carácter áulico y representativo de la capital y a las figuras sobresalientes. La capital en los dos últimos tercios del siglo fue lugar de un gran ensayismo de carácter foráneo en el que se asimilan las más variadas influencias.En Valladolid, como un manifiesto de carácter laico, la fachada de la Universidad ilustra el abandono de la narrativa sacra y ofrece en clave de la ciencia la nueva posibilidad ornamentalista de la estructura en retablo. En ella se destaca la personalidad de Fray Pedro de la Visitación y la empresa colectiva escultórica de los Tomé. Una nueva posibilidad de interpretación la ofrece Matías Machuca en el templo de San Juan de Letrán, con su ritmo mixtilíneo y bien elaborada talla. Se subraya en el foco vallisoletano el ornamento a través de la labor de yesería, de gran detalle en la Iglesia de las Comendadoras de Santa Cruz en su carácter geométrico y vegetal. El arquitecto Manuel Serrano añade una importancia suplementaria a la escuela, con la construcción de la Iglesia de Rueda, de nave única, con capillas ovaladas. La fachada con encuadre cilíndrico utiliza el ritmo cóncavo y este juego de la curvatura en contraposto será magnificado en la sutil obra realizada por Serrano en Sigüenza con destino a la Orden franciscana.En Salamanca se constituye una escuela organizada en torno a la gran empresa colectiva de los Churriguera. Su obra general no es posible separarla del valor que otorgan a la decoración, pues quizá en ella se contenga la velada polémica del barroco por lo que representa como capricho o autoriza los arbitrios de la invención. En los Churriguera la secuencia del ornamento tiene valor autónomo y es fuente en la que se recrea el inquieto y serpenteante repertorio gráfico del barroco castellano. Pero el arte de los Churriguera es fruto también de una tentativa prospéctica del espacio, en la que a pesar de sus términos escuetos y racionalistas, no se advierte ninguna contradicción dialéctica. El ornamento, en numerosas ocasiones, es absorbido e integrado en la proyectiva arquitectónica estricta. Seguirá siendo un fenómeno de superficie, una vía de escape que no interrumpe el limpio desarrollo espacial. José Benito (1665-1725) define el dibujo ornamental, agolpado y vivamente animado en los retablos de San Esteban de Salamanca y Capilla del Sagrario de la Catedral de Sigüenza que abunda en hallazgos tipológicos que han de tener larga trascendencia. Pero la concreción alternativa de su aportación está en el diseño de la ciudad industrial de Nuevo Baztán de la que fue impulsor Don Juan de Goyeneche. El proyecto es referencia indispensable para definir el concepto estructuralista de Churriguera, su carácter práctico y la refinada elegancia del espacio cultivado como función social y como imagen del poder representativo. Es modelo de planimetría urbana, disuelta en planos disimétricos bien trabados y organizados, en el que se confrontan ideas españolas y extranjeras. Este diálogo con la reflexión, profunda arquitectónica fue aplicada también al afortunado plano del palacio de Goyeneche, hoy sede de la Academia de San Fernando.Joaquín (1674-1724) parte también de la retablística salmantina y del ornamento que le es intrínseco, pero también se manifiesta su talento en tipos constructivos en los que se aprecian modelos desacostumbrados. La cúpula de la Catedral salmantina o la hospedería de Anaya y colegio de Calatrava, le hacen deudor de un legado renacentista que recrea y reanima asumiendo, a través de un lenguaje de tendencia serena y equilibrada, esa confrontación de autonomía clásica sustentante y estructura plástica adherida.Alberto (1676-1750) colaboró con José Benito y formuló su peculiar repertorio ornamentista en el muro del cierre del Coro de la Catedral salmantina, y en el tabernáculo para el altar mayor del mismo edificio, de particular inspiración plateresca. Terminó la fachada de la Catedral de Valladolid, pero su obra más brillante fue la Plaza Mayor de Salamanca, lugar para un activo comercio y espectáculos. En ella el Pabellón Real cumple su tradicional función de límite o fachada en el pórtico. Resalta sobre el vacío frontalmente, por su vigor y finura escultural. En su traza se establece el valor de la amplitud, la regularidad, y el sentido de ornato y beneficio de la ciudad. Es obra de imperiosa estructura en su génesis y desarrollo. Alberto Churriguera construyó asimismo el Colegio de Anaya de templado diseño, y la Iglesia de Orgaz, en la que rinde un tributo al edificio ornamentado.Andrés García de Quiñones (1709-1784) absorbe la herencia de Churriguera y sobrepasa en algunos casos sus límites. Fue gran constructor, como se demuestra en las Torres y en el Patio de la Clerecía de Salamanca, en la que sobrepone a la atenuada arquitectura de Juan Gómez de Mora, el énfasis ornamentista del siglo XVIII. Su obra más destacada fue el Ayuntamiento de la Plaza Mayor de la ciudad salmantina, dominada su fachada por la retórica de un juego escultórico figurativo erudito. Su volumen emerge repartiendo las fuerzas de jerarquización del recinto con el Pabellón Real. Juan de Sagarvinaga (1710-1785) reedifica la cúpula de la Catedral Nueva salmantina con elegancia y serenidad formal y realiza la Sacristía de la Clerecía recurriendo al motivo rococó.En Cuenca, José Martín de Aldehuela se influye del barroco levantino. Fue Maestro Mayor de la Catedral. Evolucionó hacia un arte austero que quedó reflejado en la iglesia de la Concepción de monjas franciscanas. En una actitud contrapuesta realizó la iglesia de San Antón, en la que se recoge su oscilación hacia un polo opuesto cercano a la sutil dialéctica barroca de Ventura Rodríguez en la iglesia de San Marcos, de aguda fisonomía borrominiana.En Toledo, a pesar de la decadencia que mantiene en la época, la presencia de Tomé para la construcción del Transparente de la Catedral ofrece el esplendor de la identidad de pintura, escultura y arquitectura, conciliando la concepción rococó y barroca en un diseño imaginativo erizado de complejidades formales y términos figurativos de nueva inspiración. Regula y filtra la luz sobre el encuadramiento del altar-fachada, visible desde el perímetro de la giro la invirtiendo la curvatura en el modulado plástico, ambiguo y estimulante, como culmen de la lírica arquitectónica barroca.En Andalucía, Sevilla se beneficia del reformismo borbónico a partir de 1730 lo cual repercute en su producción agraria, mercantil e industrial. En la transición entre los dos siglos, Leonardo de Figueroa participa muy activamente en la edilicia sevillana. Su parcial intervención en el hospital de los Venerables Sacerdotes determina su profesionalismo al igual que la remodelación de la iglesia de San Pablo, en la que exhibe un repertorio de yeserías que expande en claroscuros difuminados. El ornamento acapara su entusiasmo, como demuestra en San Salvador y en el Colegio de San Telmo, su obra más destacada. El bloque palacial con torres en los ángulos, con su fachada articulada de manera maestra, tiene la fuerza atractiva en este edificio de la gran obra. El tono arquitectónico de San Telmo fue la demostración de la sabia planimetría de Figueroa, lo cual no disocia la actividad de decorador, de creador de un ornamento sevillano de diseño propio, sensible al contrapunto lumínico y cromático del ladrillo avitolado. En la iglesia de San Luis de los Franceses se convierte en hábil intérprete de un proyecto de posible ascendencia romana, índice también de una orientación en su obra extranjerizante. Su edificio tiene cierto esplendor en la Capilla Sacramental de la iglesia de Santa Catalina, de gran efecto escenográfico. Tuvo un ferviente continuador en su hijo, Matías José de Figueroa.Lorenzo Fernández Iglesias construyó la portada del Palacio Arzobispal con armonioso diseño. Diego Antonio Díaz también se inclinó al impulso poético de la decoración en la iglesia de Santa Rosalía de Sevilla, en la fachada de San Miguel de Morón de la Frontera y en la iglesia de Umbrete. Fray Antonio Ramos se especializó en solemnes escaleras. Sin embargo, en el marco sevillano dieciochesco, un edificio se constituye en polo ineludible de la nueva va dialéctica, a caballo entre la razón y la imaginación: la Fábrica de Tabacos, que engloba el valor de la tradición clásica y el barroco. La obra, fiel producto de I. Salas, D. Bordick y S. van de Bosch, en su línea conservadora es un espacio pensado para el cumplimiento de su función y a la par es una imagen para el ornato y emblema de la autoridad, matizada con el sutil ornamento de la tradición local.Sevilla tiene un largo repertorio de arquitectura doméstica urbana y rural que florece en Osuna, Ecija, Estepa, Carmona, etc. y un representante singular, Alonso Ruiz de Florindo. También se enriquece con una rica tipología de torres de interpretación vistosa.En Granada, Francisco Hurtado Izquierdo se destaca como excepcional tracista de espacios de devoción popular. Sus escenarios se han comparado con "escenarios de un teatro abierto sobre un palcoscenio iluminado". Concentra la máxima luz en el altar y expande el espacio convergente en la imagen sobre un camino visual de precisas sugerencias, a través del lenguaje de fusión de las artes, la luz y el color. El Sagrario de la Cartuja, de la Catedral, y Sagrario del Paular en Segovia, sistematizan el preciso significado de sus espacios persuasivos y saturados de carga simbólica. En la escuela granadina, la sacristía de la Cartuja es un edificio en busca de autor, en el que se ha sugerido una relación con José de Bada y Alonso del Castillo. La Sacristía goza de prioridad estilística en la historia arquitectónica española por las ataduras geométricas que aprisionan la materia, por las superficies pulidas y quebradas por donde la luz se diluye, por la disonancia del tema ornamental abstracto y el quiebro casi estridente del plano. José de Bada realizó la portada del Sagrario de Granada, remodeló el Ayuntamiento y construyó la iglesia de San Juan de Dios, con el resalte plástico de un gran camarín.En Málaga, Bada y Antonio Ramos terminaron la Catedral cerrando bóvedas y levantando los cubos que cierran el crucero. Felipe de Unzurunzaga construyó el Camarín de los Clérigos Menores con el complemento de la cripta para enterramiento de los Condes de Buenavista. Fue arquitecto relevante José Martín de Aldehuela, que trabajó en la diócesis y creó los jardines del Retiro de Santo Tomás del Monte de Churriana en la línea del jardín francés barroco. Construyó la iglesia de San Felipe Neri sobre planos de Ventura Rodríguez en los términos del barroco tardío. En la región malagueña tiene especial invocación Antequera, donde el convento de San José o la Torre de la Colegiata de San Sebastián alcanzan cierta relevancia barroca.En Córdoba, Teodosio Sánchez de Rueda recrea los espacios del convento de la Merced en términos decorativos y Francisco Gómez traza la Escalera de Santa Catalina con ostentosa escenografía. La provincia aglutina algunos de los espacios de devoción más representativos como puede testimoniar el Sagrario de la iglesia de la Asunción de Priego, de Francisco Javier Pedrajas y el recinto, Sacramental también, de la iglesia de San Mateo, obra de Leonardo de Castro. En estas dos obras se interioriza, no en el tema espacial concatenado, sino la expresión de la materia reducida a un ejercicio ornamental pulido y virtuoso.En Cádiz, el auge económico da lugar a una arquitectura doméstica y religiosa relevante. Vicente Acero da los planos para la Catedral evocando a Silóe en la Catedral de Granada. El interior es más dinámico y la fachada fue transformada por Torcuato Cayón previo diseño de Manuel Machuca y Vargas. Cayón dirigió la fachada de la Colegiata de Jerez. En Jaén, José Gallego cerró las bóvedas de la Catedral y construyó el Coro. Algunos pueblos de la provincia, Linares, Ubeda, etc., erigieron algún edificio de cierta consideración.En Huelva, la arquitectura estuvo mediatizada por la escuela sevillana, destacando edificios como la iglesia de San Juan Bautista de Palma del Condado y la de Moguer.En Extremadura, el barroco tuvo una amplia manifestación en ermitas, capillas y algunos palacios, como el de Monsalud en Almendralejo realizado en 1752. Pasó por la tierra el salmantino Manuel de Larra Churriguera, que intervino en remodelaciones de la Catedral de Coria y en la construcción de la iglesia Nueva de Guadalupe.El Levante, el foco valenciano tiene especial relieve por la presencia de Conrad Rudolf y la inquietud intelectualista de V. Tosca. Felipe Rubio trazó la Aduana, en la que se dio a conocer Antonio Gilabert en su sobriedad constructiva, y su adscripción al tema oval en la Capilla de San Vicente de Ferrer en Santo Domingo. En el Palacio de Dos Aguas se subraya el dominio y asimilación del arte rococó por I. Rovira e I. Vergara, y en la fachada de la Catedral, Conrad Rudolf abría el barroco dieciochesco con un diseño que hemos enjuiciado desde su valor estructuralista europeizante.En Alicante, la portada suntuosa de Santa María, obra de Manuel Violat muestra la influencia de Rudolf. En Murcia se vierte una influencia del rococó francés y por contraste una arquitectura de apariencia templada y clásica. El arquitecto más destacado fue Jaime Bort, artífice de la fachada de la Catedral, un esquema clásico en el cual todo se mueve libremente, una forma de teatro urbano culto y laborioso que contribuye al noble aspecto de la ciudad. El Palacio Arzobispal de Martín Solera, Pedro Pagan y José Alcani es altamente expresivo de una arquitectura palacial representativa, cuya dignidad debe mucho a la colaboración en la obra de Baltasar Canestro. En Albacete, la arquitectura se influencia de la escuela murciana como puede constatarse en la Iglesia de Chinchilla.Cataluña vive un proceso histórico represivo por circunstancias políticas, pero elevó sus recursos al impulso del reformismo borbónico. Su proceso arquitectónico es austero y en él, el hecho más sobresaliente fue la construcción de la Ciudadela, en 1715, en Barcelona, como recinto de control y seguridad de la ciudad. Supuso el derribo del barrio de la Ribera. Se trazó en forma de pentágono, con baluartes en los ángulos. Fue realizada por Jorge Prosper de Verboom, ingeniero militar. La Plaza Mayor estuvo presidida por el palacio del Gobernador y a los costados cuarteles, arsenal e iglesia. Alexandre Rez trazó la Capilla en 1727. La obra desapareció casi en su totalidad en 1888. La Barceloneta fue un original complejo urbano realizado por Juan Martín Cermeño sobre proyecto de Verboom. Es de planta cuadrada con 15 calles longitudinales y 9 transversales, retícula que aloja viviendas uniformes. En el recinto destaca la iglesia de San Miguel del Port trazada por Pere Martín Cermeño. En Barcelona se construyeron algunos edificios de gran relieve, como la iglesia de la Merced a cargo de José Mas, un ejemplo del barroco ponderado de la escuela. El Palacio de la Virreina, construido por José Aurich, presenta dos fachadas de armonioso escueto diseño.En Cervera (Lérida), el edificio de la Universidad destaca por su elegante fachada y ornato rococó. También la fachada de la Catedral de Gerona terminada por Pere Costa, que llevó a cabo el barroco rosetón. José Morato sorprende con el Camarín de San Juan de las Abadesas. Su hijo José Morato realizó la portada de Vic con aire italianizante y francés.En Baleares coinciden influencias diversas. Resalta en Mallorca la iglesia de San Antoni Abad, de elipses cruzadas y el claustro oval. También en Menorca la iglesia de Maó y San Luis es de influencia francesa.En Aragón, varios edificios fueron remodelados con adiciones de estucos. Destacan en Zaragoza las de Nuestra Señora del Portillo y S. Felipe y Santiago. El recinto más vistoso es el del templo del Seminario de San Carlos Borromeo, decorado en 1723 por Pablo Diego Lacarre. Tienen relieve también el templo de las Escuelas Pías y la Asunción de Almunia de Doña Godina por planos de Julián Yarza, realizada en 1754. En Alcañiz, la Colegiata de Santa María la Mayor es grandiosa.En la Rioja, la fachada en Logroño de Santa María la Redonda se basa en una exedra romana realizada por J. B. Arabaiza y Juan Raón. Al nicho-retablo se suman dos torres gemelas de bella traza realizada por Martín de Beratua.En Navarra, tiene gran interés la Basílica de San Gregorio Ostiense en Soslada con portada absidal.En el País Vasco, la portada de Santa María de San Sebastián persiste en la tipología de fachada-hornacina. Destaca Ignacio Ibero que colabora en la terminación del Santuario de Loyola. El palacio de Valdespina en Ermua tiene escalera de gran magnificencia.En Asturias y Cantabria, destaca la Capilla del Rey Casto en la Catedral de Oviedo. El Palacio de Camposagrado se vincula a Pedro Antonio Menéndez y viene a ser ejemplo característico del género en la región.En Galicia, se desarrolla una destacada actividad que tiene como epicentro la obra de la Catedral. F. Casas y Novoa es el artífice de mayor dimensión y su obra en el Obradoiro y torres de la Catedral una de las aportaciones de mayor categoría en el amplio panorama nacional. El Claustro de San Martín Pinario se suma al esplendor barroco gallego, obras que influyeron decisivamente en el quehacer arquitectónico de Santiago de Compostela y de otras ciudades de la misma región. Lucas Antonio Ferro Caaveiro realizó el Ayuntamiento de Lugo. Las Agustinas de Abajo y la fachada de la Azabachería de la Catedral de Santiago cierran un panorama monumental que enriquece Simón Rodríguez, autor de la escalera de las Platerías en Santiago y la iglesia de Santa María de Dodro en Padrón. Su obra más significativa fue la fachada de la Portería de la Iglesia de Santa Clara en Santiago, con formas ornamentales de trazado audaz. La decoración en placas fue característica de la escuela y queda un gran testimonio en la iglesia santiaguesa de San Francisco. Clemente Fernández Sarela, en la Casa del Deán y del Cabildo, también muestra originalidad, manteniéndose en la unidad de estilo que caracteriza el arte arquitectónico gallego, monumental en el diseño y en la nobleza de los materiales. Es digna también de mención la iglesia de la Peregrina, en Pontevedra, realizada por Antonio Souto con ritmo circular.En Canarias, la Iglesia de la Concepción de la Orotava, para la que envió trazas desde Madrid Ventura Rodríguez, es muestra del clasicismo barroco especialmente en su fachada de gran rigor formal.